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EL SANTÍSIMO ROSARIO

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1. ¿QUÉ ES EL ROSARIO?

 

DEFINICIÓN

Son varias las definiciones del Rosario: corona de María, salterio mariano, ramillete de rosas dedicado a la Virgen. Corona tejida con flores de la más variada belleza y del más exquisito perfume, que despierta en sus fieles sensaciones de alegría, de luz, de dolor y de gloria. Fue salterio con ciento cincuenta salutaciones a la Virgen y quince peticiones al Padre eterno, ahora a partir del 16 de octubre del año 2002, cuenta con doscientas salutaciones a la Virgen y veinte peticiones al Padre eterno, ello por los cinco Misterios Luminosos que San Juan Pablo II aumentó. Los Papas, a partir de Pío XII, lo llaman compendio del Evangelio, ya que recuerda los hechos más destacados de la vida, muerte y resurrección de Jesús y María, y a la vez propone a nuestra consideración, para vivir los misterios que se ocultan tras cada uno de esos hechos que recuerda.

 

2. ORIGEN DEL SANTO ROSARIO

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“Cuando la herejía se propagaba y hacía estragos por el mediodía de Francia y se iba arraigando más y más, Santo Domingo de Guzmán, que acababa de fundar la Orden de los Predicadores en el año 1216, se aplicó con toda su alma a desarraigar tan pernicioso error.

Para lograrlo con mayor eficacia se decidió a implorar con insistentes plegarias el auxilio de aquella Señora, cuya dignidad virginal impugnaban los herejes, de aquella Virgen a quien Dios ha dado la potestad de ir destruyendo en el mundo todas las herejías.      Apareciósele la misma Virgen, y le mandó que se pusiera a predicar a los pueblos la devoción del Rosario, seguro de que en ella había de hallar un remedio eficaz contra las herejías y contra los vicios. El Santo puso en ejecución el mandato de María Santísima con encendido fervor, y los resultados que mediante el Rosario obtuvo fueron maravillosos”.

 

Hoy el Rosario sigue fortaleciendo la vida de la Iglesia y su tarea como dilatadora del reino de Dios, así lo refrendan la enseñanza de los Papas. Sin embargo, debemos tener claro que el Rosario, en la forma que hoy lo tenemos, tiene una larga historia y evolución. No nació de una sola inspiración. Ni jamás fue instituido en forma definida y completa. Sino que fue apareciendo gradualmente, como resultado de un lento proceso de desarrollo, durante el cual estuvo sometido a muchas adaptaciones, cambios, adiciones y omisiones. Pero, mientras los historiadores siguen el hilo de los hechos desde aquellos remotos siglos hasta hoy, el pueblo ratifica su sentir y por mucho tiempo seguirá cantando:

¡Viva María, viva el Rosario,

viva Santo Domingo, que lo ha fundado!

 

3. LOS PAPAS Y EL ROSARIO

 

Para descubrir el contenido y objeto del Rosario recordaremos el pensamiento de algunos Papas:

 

El Papa Sn. Juan XXIII:

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Daba en su Encíclica “Grata Recordatio” el 26 de septiembre de 1959, el contenido y objeto del Rosario, en la definición “aggiornata” que San Pío V entregó a la Iglesia y que vienen repitiendo hasta nuestros días todos los Papas: “Es una muy excelente forma de oración meditada, compuesta a guisa de mística corona, en la cual las oraciones del Paternóster, del Avemaría y del Gloria Patri se entrelazan con la meditación de los principales misterios de nuestra fe, presentando  a la mente la meditación tanto de la doctrina de la Encarnación como de la Redención de Jesucristo, Nuestro señor”.

Sigue diciendo el Papa: “La verdadera sustancia del Rosario bien meditado se compone de un triple elemento que le da unidad y cohesión, al hacer pasar, en una sucesión sugestiva, episodios en que se asocian la vida de Jesucristo y de María, con referencia a las aspiraciones de la Iglesia universal. “Para cada diez Avemarías un misterio, y para cada uno de ellos un triple acento, fusión de contemplación mística, reflexión íntima, e intención piadosa”.

Ante todo, contemplación pura, luminosa, rápida de cada misterio, es decir, de aquellas verdades de fe que nos hablan de la misión redentora de Jesucristo. En la contemplación nos hallamos en una comunicación íntima de pensamiento y sentimiento con la enseñanza y vida de Jesucristo, Hijo de Dios y de María, que vivió en la tierra para redimir, enseñar y santificar.

El segundo elemento es la reflexión, derivada de la plenitud del misterio de Cristo, con viva claridad en el espíritu del que reza. Cada uno halla así en los diferentes misterios, buena y oportuna enseñanza para sí, en orden a su propia santificación y a las condiciones de su vida. Bajo la continua iluminación del Espíritu Santo, que aboga por nosotros desde la intimidad del alma de gracia “con gemidos inefables” (Rm. 8, 26), cada uno examina su vida al calor de la enseñanza que brota de los misterios, y halla en esto inagotables aplicaciones para sus propias necesidades espirituales y de su vida cotidiana.

Por último, la intención, es decir, la atención a personas, instituciones, necesidades de orden personal o social, que entran, para un católico consciente y piadoso, en el ejercicio de la caridad fraterna, difundida en los corazones como expresión viva de la común penitencia al Cuerpo Místico de Cristo.

El Rosario de María se toma como medio de elevar una gran plegaria, pública y universal, en las necesidades ordinarias y extraordinarias de la iglesia, de las naciones y del mundo entero.

Y, presta mucha atención a estos elogios:

“¡Rosario bendito de María! Cuánta dulzura al verte sostenido por la mano de los inocentes, de los sacerdotes santos, de las almas puras, de los jóvenes y de los ancianos, de cuantos aprecian el valor y la eficacia de la oración, exaltado por multitudes innumerables y piadosas como emblema y símbolo que augura paz al corazón, paz a todos los pueblos”.

“Bello siempre el Rosario del niño inocente y del enfermo, de la virgen consagrada al silencio del claustro o a obras de caridad, del padre y madre de familia, llenos del sentido de su noble y cristiana responsabilidad”.

“El Rosario como ejercicio de cristiana devoción... tiene su puesto después de la Santa Misa y del Breviario para los eclesiásticos; y después de la participación de los sacramentos para los seglares. El Rosario es forma devota de unión con Dios, y siempre de alta elevación espiritual”.

 

El Papa León XIII:

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Escribió: “Consta el Rosario de dos partes bien distintas entre sí, pero íntimamente unidas: la meditación de sus misterios y la oración vocal. Este método de rezar exige, por parte del hombre, atención especial: no solamente exige que procure dirigir su espíritu hacia Dios, sino que se abisme en la meditación de lo que contempla, de suerte que saque de ella normas del buen vivir y alimento de su piedad”.

EL Papa Pablo VI:

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El Rosario es “Compendio de todo el evangelio”, “Oración evangélica”, “De orientación profundamente cristológica”; “Laudatoria y deprecatoria, pero sobre todo contemplativa”; “Vástago germinado sobre el tronco secular de la liturgia cristiana”; “Salterio de la Virgen, mediante el cual los humildes quedan asociados al cántico de la alabanza y a la intercesión universal de la Iglesia”; “Ejercicio piadoso inspirado en la sagrada liturgia, con la que fácilmente se armoniza”, sirviendo de “Optima preparación y fructuosa prolongación a la celebración de los misterios de Cristo en la acción litúrgica; puesto que es memoria contemplativa de los mismos acontecimientos salvíficos realizados por Cristo”. Al rezar el Rosario decía: “Se ha de captar su intención originaria, su energía primaria, su estructura esencial”.

Es una oración plenamente evangélica. Del Evangelio toma los “misterios” que se meditan y “las palabras” que se rezan (El Padrenuestro y el Avemaría).

Es una oración que se centra en la Historia de la salvación. A partir del anuncio de la Encarnación hasta los momentos de la Pascua, medita en los acontecimientos fundamentales de la salvación realizada en Cristo. No tiene como centro las devociones, las apariciones o los privilegios marianos, sino la historia central de la salvación tal como lo refleja el esquema del primitivo anuncio de la fe: Humillación, muerte y exaltación de Cristo.

Es una oración profundamente cristológica. El protagonista de esa historia de salvación no es María sino Cristo.

Es una oración que, además de sus alabanzas y peticiones, incluye un margen notable de contemplación. Sin este clima de meditación, “el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas”.

Es una oración que se armoniza muy bien con la Sagrada Liturgia. Es uno de los criterios que deben iluminar toda práctica mariana.

Es que el Rosario es preferentemente comunitario, centrado en el misterio pascual y por su ritmo en el tiempo. El Papa, no quiere que se equipare y, no accedió a las peticiones que se le hicieron de proclamarlo “litúrgico”, o sea oración oficial de la Iglesia. Es la oración por excelencia de la familia cristiana, “iglesia doméstica”.

 

El Papa Sn. Juan Pablo II:

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“El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. En esta plegaria repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María oyó del Arcángel y de su prima Isabel. Palabras a las que asocia la Iglesia entera.

 

Se puede decir que el Rosario es en cierto modo un comentario–oración sobre el capítulo final de la Constitución “Lumen Gentium” del Vaticano II, capítulo que trata de la presencia admirable de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En efecto, en el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo. Al mismo tiempo nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario todos los hechos que entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad.

De este modo, la sencilla plegaria del rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana”.

 

El Papa Benedicto XVI:

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En octubre del 2005, durante el 27° aniversario de la elección de Sn. Juan Pablo II, el Papa Benedicto XVI comentó sobre el Rosario lo siguiente: “En Realidad, el Rosario no se contrapone a la meditación de la Palabra de Dios y a la oración litúrgica; es más, constituye un complemento natural e idea, en particular como preparación y como acción de gracias a la celebración eucarística.

Contemplamos al Cristo encontrado en el Evangelio y en el Sacramento en los diferentes momentos de su vida gracias a los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. En la escuela de la Madre, aprendemos así a conformarnos con su Hijo divino ya anunciarlo con nuestra misma vida.

Si la Eucaristía es para el cristiano el centro de la jornada, el Rosario contribuye de manera privilegiada a dilatar la comunión con Cristo y educar a vivir manteniendo fija en Él la mirada del corazón para irradiar sobre todos y sobre todo su amor misericordioso.”

 

El Papa Francisco:

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Con ocasión de la fiesta de la Virgen del Rosario octubre 2016, el Papa Francisco compartió una breve reflexión sobre el rezo del Rosario y lo que significa en su vida diaria:

 

“El Rosario es la oración que acompaña siempre mi vida; también es la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de mi corazón”

 

En diversas ocasiones el Pontífice ha alentado a los fieles a rezar el Rosario, tal como hizo el pasado 4 de mayo durante los saludos luego de la Audiencia General:

 

“Queridos jóvenes, cultiven la devoción a la Madre de Dios con el rezo cotidiano del Rosario; queridos enfermos, sientan la cercanía de María de Nazaret, en especial en la hora de cruz; y ustedes, queridos recién casados, récenle para que nunca falte en su hogar el amor y el respeto recíproco”, expresó.

 

 

Así hemos presentado brevemente la doctrina común que nos han entregado en más de doscientos documentos, cuarenta y cuatro Sumos Pontífices. San Pío V, atribuyendo el triunfo de Lepanto, 7 de octubre de 1571, al rezo del Rosario por las Cofradías de este, al año siguiente instituye la conmemoración de la Virgen de la Victoria. Gregorio XIII quiso que se llamase a esta fiesta Nuestra Señora del Rosario. Clemente XI la hace fiesta universal en la Iglesia. Benedicto XIII la introdujo en el Breviario Romano. San Pío X la fija el 7 de octubre. León XIII consagra el mes de octubre a la Virgen del Rosario; lo mismo hacen todos los Papas hasta el presente.

 

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