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GUARDIAS DE HONOR DE MARÍA

 

- HORA DE GUARDIA  -

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1. MEDITACIÓN PARA LA HORA DE GUARDIA

 

CONSEJOS PARA HACER LA HORA DE GUARDIA

 

1° Es conveniente escoger un lugar apropiado en el que se pueda estar devotamente y sin distracciones. El más indicado, el templo; pero en las horas nocturnas y otras, es la habitación el lugar del que se pueda disponer.

 

2° Es deber de todo Cofrade que la propia Hora de Guardia sea completa: se debe rezar el Rosario con sus veinte misterios y las intenciones señaladas.

 

3° Este libro es para facilitar la Hora; no es obligatorio leer oraciones, ni letanías, etc. Cada socio puede llenar la Hora de su guardia según le convenga, puede hacer uso de lo que le ofrecemos en cuanto le ayuda a su recogimiento y fervor.

 

 

2. ORACIÓN PREPARATORIA DE LA

HORA DE GUARDIA

 

¡Cuántas gracias os debo, oh Reina del Santo Rosario, por haberme admitido en el número de vuestros hijos! Ser hijo vuestro, incluye la calidad de Hijo de Dios Padre, y de hermano de Jesucristo por adopción.

El que lo es, tiene plenos derechos a la divina gracia y al Reino de los cielos: pertenece a vuestra especial familia y goza de vuestra protección y maternales cuidados.

¡Qué grande es mi dicha! Yo quiero corresponder fielmente a las obligaciones que esta dicha me impone.

Alejad de mí la indiferencia, la pereza y el olvido, y hacedme diligente y fervoroso en todos los actos que pertenezcan a vuestro obsequio.

Y ahora, ¡oh Madre mía!, que voy a rezar la hora de vuestro Rosario, concededme la gracia de que yo os mire presente en unión con todos los que en esta misma hora os alaban en este santo ejercicio; que pronuncie bien tan divinas palabras, medite y contemple tan augustos misterios y obtengan los más copiosos frutos para honra vuestra y salvación de mi alma.

Amén.

 

 

3. MEDITACIONES BÍBLICAS SOBRE LOS

MISTERIOS DEL ROSARIO:

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1.PARTE: MISTERIOS GOZOSOS

Por la conversión de los pecadores

 

ORACIÓN

Santísima Virgen del Rosario, Madre amantísima y amparo mío, por la inmensa alegría que sentiste al ser hecha Madre de Dios y al verle después hecho niño en tus brazos, yo pido misericordia para los pecadores que nunca han sentido o no pueden sentir la alegría de tener a Dios en su alma. Haz que retorne pronto a ellos la fe perdida y que renazca en su corazón la alegría de tu amor. Para merecer esta gracia tan grande, quiero acompañarte a suplicarla a tu Santísimo Hijo recordándole contigo en los misterios gozosos. En tu compañía invocaré su nombre, imploraré su misericordia y reclamaré para todos los pecadores la gracia de su conversión. Confío, Virgen Santísima, que por tu Santo Rosario les será concedida según la medida de la justicia divina. Así sea.

¡¡NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO EN TUS MISTERIOS GOZOSOS:

ALEGRA NUESTRA VIDA!!

 

 

PRIMER MISTERIO GOZOSO

LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS

 

Textos Bíblicos:

 

Lc 1, 26–38; In 1, 6–18

Is 7, 10-15; Is 40, 1–11.

 

Antífona Litúrgica:       

El Ángel Gabriel anunció a María, y concibió del Espíritu Santo.

 

María acepta, humilde y generosa, el anuncio del ángel. También nosotros, cada día, tenemos. Nuestra pequeña anunciación. En la oración, en el trabajo, en la familia. . ., el Señor nos pide un mínimo acto de generosidad, una renuncia al amor propio, un sacrificio. . . Imitemos a la Virgen respondiendo generosamente a las llamadas del Señor.

 

Oración: Concédenos, Señor, la ayuda continúa de la Virgen María, Madre de Dios, por el anuncio del ángel. Amén.

 

 

 

SEGUNDO MISTERIO GOZOSO

LA VISITA DE MARÍA A SU PRIMA SANTA ISABEL

 

Textos Bíblicos:

 

Mt 11, 2–10;

Lc 1, 39–79;

Cant 2, 8–14.

 

Antífona Litúrgica:        

Entró María en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

 

La Virgen lleva a casa de su prima Isabel, junta- mente con la ayuda material, un regalo más hermoso: Jesús. Y con Jesús la paz, la alegría, la santidad. Demos a nuestros hermanos un pedacito de amor, una sonrisa, una palabra afectuosa, un poco de nuestro tiempo. Con estos pequeños dones también nosotros llevaremos a nuestro prójimo el regalo de Jesús; y seguiremos así el ejemplo de María en el amor al prójimo.

 

Oración: Señor, que atiendes a todos los que confían en Ti, concédenos la gracia de ser visitados por la Virgen en nuestras necesidades. Amén.

 

 

TERCER MISTERIO GOZOSO

EL NACIMIENTO DE JESÚS EN BELÉN

 

 

Textos Bíblicos:

 

Mt 2, 1–12; Lc 2, 1–20

Tit 2, 11–15; Is 60, 1–12.

 

 

Antífona Litúrgica:             

Dio a luz a su Hijo primogénito y le recostó en el pesebre.

 

 

El pesebre donde la Virgen depositó a Jesús ha sido siempre objeto de meditación y motivo de alegría para todos los hombres. Pero no todos han llegado a comprender las lecciones de humildad, de pobreza, de amor generoso que de él se desprenden. Unámonos a la Virgen en la contemplación de este misterio, pidiéndole el despego de las cosas terrenas.

 

Oración: En belén la estrella Señor, reveló a los hombres tu Unigénito; haz también que por ella lleguemos a contemplar nosotros un día el esplendor de tu majestad. Amén.

 

 

 

CUARTO MISTERIO GOZOSO

LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO

 

 

Textos Bíblicos:

 

Lc 2, 22–35; Hb 10, 1–10

Malq 3, 1–4.

 

Antífona Litúrgica:

Cuando llevaron a Jesús sus padres, para consagrarlo al Señor, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios.

 

 

Jesús, haciendo de los brazos de la Virgen un altar, se ofrece al Padre, víctima de los pecados del mundo y obediente hasta la muerte. Acompañemos a la Virgen al templo de Dios y por su mediación ofrezcamos a Dios nuestra inteligencia, nuestro corazón y nuestra vida para conocerle, amarle y servirle en todo, siempre y cada uno de los días; y de ser; como Jesús, salvadores de almas.

 

Oración: Te suplicamos Señor, nos ayudes a ofrecerte con amor toda nuestra vida, como Jesús se dio a sí mismo en el templo. Amén.

QUINTO MISTERIO GOZOSO

JESÚS PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO

 

Textos Bíblicos:

 

Lc 2, 41–52, 19: 41–47;

In 7, 14–18; Ec l, Is 61.

 

Antífona Litúrgica:

Buscando a Jesús sus padres, lo encontraron después de tres días en medio de los doctores.

 

 

María no puede permanecer sin Jesús. Nada puede llenar el vacío de su ausencia. La Virgen necesita encontrarlo a toda costa; por eso busca durante tres días, con indecible angustia. ¡Cuán- tos corazones sin Jesús! Y cuántos ni siquiera se preocupan de buscarlo. Para muchos, Jesús cuenta menos que un insignificante objeto perdido. Encontrar a Jesús es la alegría más grande para un corazón.

 

Oración: Señor, que los ejemplos de la Sa- grada Familia y la intercesión de María y José, conserven nuestras familias en la gracia y en la paz. Amén.

 

 

2ª. PARTE: MISTERIOS LUMINOSOS

Para que la Luz de Cristo ilumine nuestro diario vivir

 

 

ORACIÓN

El punto culminante y glorioso del Bautismo del Señor es la proclamación, pública y solemne, con la que el Padre da testimonio de su Hijo, de su predilección por Él, y de la exhortación a escucharlo y seguirlo. Por eso Bienaventurada Virgen María, Tú que intercediste por los necesitados en las Bodas de Caná, y motivaste a tu Amado Hijo a iniciar su vida pública, ahora, aboga por nosotros ante Él para que siempre lo reconozcamos como camino verdad y vida. Que nuestros corazones estén siempre dispuestos a alimentarse de su palabra y de su divino cuerpo trasformados e iluminados por su Glorioso Rostro podamos un día contemplarlo en la plenitud eterna.

¡¡NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO EN TUS MISTERIOS LUMINOSOS:  

ILUMINA NUESTRA VIDA!!

 

PRIMER MISTERIO LUMINOSO

EL BAUTISMO DEL SEÑOR EN EL JORDÁN

 

 

Textos Bíblicos:

 

Mt 3, 13–17; Mc 1, 9–11

Lc 3, 21–22; Jn 1, 29–34

 

Antífona Litúrgica:       

Jesús inicia su vida pública.

 

 

En su Bautismo, el Señor Jesús lleva a plenitud el bautismo, celebrado desde esos últimos siglos del Antiguo Testamento y ejercido intensa- mente por Juan el Bautista, precursor de Jesús y último de los profetas: su Bautismo será para que se manifieste a Israel que Jesús Bautizará con el Espíritu Santo, por lo cual queda trascendido todo bautismo anterior, y convertido en el único Bautismo, del cual emana, como de su fuente, el Bautismo de los fieles.

 

Oración: Dios todo poderoso y eterno, concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo, que se con- serven siempre dignos de tu complacencia. Amén.

 

 

 

SEGUNDO MISTERIO LUMINOSO       

LAS BODAS DE CANÁ

 

Texto Bíblico:

 

Jn 2, 1–12.

 

Antífona Litúrgica:       

Primera señal milagrosa de Jesús.

 

 

Como hijos de Dios, en nuestras vidas requerimos siempre de la intervención amorosa de la Bienaventurada Virgen María, para que su Hijo, con su palabra eficaz transforme el agua, a menudo insípida, de nuestro diario vivir, en vino exquisito y añejo, que venga a dar sabor y nutrientes a nuestro peregrinar en pos del Señor Jesucristo.

 

Oración: Señor Jesús, que, transformando el agua en vino, abriste el corazón de los discípulos a la fe, abre nuestro corazón ante toda miseria humana. Amén.

 

TERCER MISTERIO LUMINOSO

EL ANUNCIO DEL REINO

 

Textos Bíblicos:

 

MC 1, 15; 2, 3–13

Fil 2, 5–11.

 

Antífona Litúrgica:       

Con el anuncio del Reino, Jesús invita a la conversión.

 

Si Jesús enseñaba, curaba, resucitaba a algunos difuntos, instruía, padecía, moría y resucitaba, era porque el Reino de Dios estaba ya cerca; si el mundo es evangelizado es porque adviene ya su Reino. De ahí que en la oración que Él mismo nos enseñó –el Padre Nuestro– nos invite a suplicar la llegada del Reino de Dios.

 

Oración: Señor Jesucristo, que no quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, acepta el reconocimiento de nuestros pecados y ten misericordia de nosotros. Amén

 

 

CUARTO MISTERIO LUMINOSO

LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS

 

Textos Bíblicos:

 

Mt 17, 1–9; Mc 9, 2–9;

Lc 9, 28–36.

 

Antífona Litúrgica:       

Jesús se transfiguró ante tres de sus apóstoles.

 

La escena nos presenta a Jesús viviendo esta experiencia transfiguradora en medio de una luz radiante, que reviste de blanco sus vestiduras, rasgos propios de toda vivencia de cercanía, reveladora e íntima, con Dios, ya que, en el Antiguo Testamento, estar cerca de Dios implica purificarse del sol radiante de la presencia Divina (Ex 19, 18; 20).

 

Oración: Que la Transfiguración del Señor Jesús sea siempre sol iluminador de nues- tros criterios, para responder a lo que nuestro Padre nos va pidiendo de res- puesta, en las diferentes etapas de nuestro caminar hacia Él. Amén.

 

 

QUINTO MISTERIO LUMINOSO

LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA

 

Textos Bíblicos:

 

Mt 26, 26–30; Mc 14, 22–26;

Lc 22, 15–20; Jn 13–17;

I Cor 11, 23–25.

 

Antífona Litúrgica:       

 Jesucristo nos da a comer su cuerpo y a beber su sangre.

 

 

Jesucristo, el Hijo de Dios, inmolado en la cruz y celebrado en la Eucaristía, satisface plena- mente la justicia divina, por tratarse de la segunda persona de la Santísima Trinidad, que se ofrece hecha hombre en sacrificio por toda la humanidad. De ahí que el sacrificio de Cristo sea el único, eficaz y definitivo, de la Nueva Alianza (Heb 9, 1–28).

 

Oración: Oh Jesús, que en tu admirable Sacramento nos haz dejado el recuerdo de tu Pasión, concédenos venerar de tal manera los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Amén.

3. PARTE: MISTERIOS DOLOROSOS

Para ayudar a los agonizantes

 

ORACIÓN

A tu lado, Madre querida, quiero recorrer los caminos de dolor que tuvo que andar tu Santísimo Hijo. Sus palabras, sus penas y su misma sangre quiero recibirlas de tus propias manos. Como sufrió por mí y por mí murió, sé que algo me pertenece y quiero tomar mi parte.

Pero no la quiero solamente para mí, sino para ofrecérsela por todos los agonizantes y especialmente por los de esta hora. Que no desfallezcan en la fe; que no les domine la desesperación; que digan llenos de confianza: hágase, Señor, tu voluntad. Hijos pecadores, hijos pródigos son los que en estos instantes se hallan en agonía; pero también eres madre.

Que tus ojos recojan a tus hijos, y que la caricia de tu mano seque el sudor de su agonía. Vuelve hacia ellos tus ojos misericordiosos, dulcísima Madre de los agonizantes.

¡¡NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO EN TUS MISTERIOS DOLOROSOS:

ALIVIA NUESTRAS PENAS!!

 

PRIMER MISTERIO DOLOROSO

LA ORACIÓN DE JESÚS EN EL HUERTO

 

Textos Bíblicos:

 

Is 51, 1–8; Lc 11, 1–13,

22, 39–48; Mt 26, 36–59;

Rm 5, 12–21; Salmo 42.

 

Antífona Litúrgica:

Cristo comenzó a contristarse; y el sudor eran gotas de sangre.

 

Jesús, en el huerto, es abandonado incluso por sus apóstoles, que no saben vigilar y orar con Él. En su penosa soledad se dirige al Padre, y un ángel baja del cielo a confortarlo. También para nosotros existen días de tristeza y de dolor íntimo en los que sentimos mayor necesidad de consuelo. No lo esperemos de los hombres. Busquémoslo como Jesús en el refugio de la oración.

 

Oración: Haz que aceptemos, Señor, todos los dolores de nuestra vida en expiación de nuestros pecados, igual que Jesús aceptó su dolorosa pasión por nuestras culpas. Amén.

 

 

 

SEGUNDO MISTERIO DOLOROSO

LA FLAGELACIÓN

 

Textos Bíblicos:

 

Mt 27, 20–26; Mc 15, 12–15;

Rm 8, 26–39; Salmo 37;

Heb 9, 11–13;

Is 5, 1–8, 52, 7–15.

 

Antífona Litúrgica:                

Pilatos apresó a Jesús y lo flageló.

 

Jesús es azotado sin piedad. Los golpes de los soldados cesan únicamente cuando el cuerpo del Señor es una llaga sangrienta. Pero no son sólo los soldados quienes golpean a Jesús. Somos también nosotros con nuestra soberbia, egoísmo e indiferencia. Interrumpamos esta fla- gelación con propósitos de vida.

 

Oración: Jesús que nos diste un altísimo ejemplo de paciencia, haz que también nosotros soportemos pacientemente los azotes de las tribulaciones. Amén.

 

TERCER MISTERIO DOLOROSO

LA CORONACIÓN DE ESPINAS

 

Textos Bíblicos:

 

Mt 27, 27–31; Jn 18, 33–37;

Is 51, 9–1; Fil 2, 5–11.

 

Antífona Litúrgica:              

Los soldados, trenzando una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza.

 

Después de las penas íntimas de la agonía, después del destrozo de la flagelación Jesús es ridiculizado en su dignidad de Rey. “Salve, Rey de los judíos”, decían con burla los soldados. “Salve, Cristo Rey”, debemos repetir nosotros con fe sincera, aclamándolo como nuestro soberano y consagrándonos con decisión a dilatar los confines de su Reino.

 

Oración: La cruel coronación de espinas que Tú, Jesús, has soportado, nos merezca ser coronados por toda la eternidad de honor y gloria en Tú Reino. Amén

 

 

CUARTO MISTERIO DOLOROSO

JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS

 

Textos Bíblicos:

Lc 23, 26–31; Jn 19, 14–24

1 Pedro 2, 20–25.

 

Antífona Litúrgica:              

Cargaron sobre sus hombros una pesada Cruz.

 

En la vía dolorosa, Jesús no era el único en llevar la cruz. Junto a Él caminaban dos ladrones. Nos dice el Evangelio que uno encontró en la cruz el perdón, y otro lo rechazó. Cada hombre encuentra en esta vida su cruz, debemos llevarla no por fuerza, como el Cirineo; ni maldiciendo, como el ladrón; sino con amor y paciencia, como Jesús y por Jesús.

 

Oración: Que también nosotros, Jesús, caminemos por la vía del dolor con aquel amor que te ayudó a ti a llevar la cruz por nuestras culpas. Amén.

 

QUINTO MISTERIO DOLOROSO

LA CRUCIFIXIÓN Y MUERTE DE JESÚS

 

Texto Bíblico:

 

Jn 13, 13–36.

 

Antífona Litúrgica:                       

Fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz.

 

 

Así nos amó Jesús. No bastan los clavos para sujetarlo a la cruz; ni siquiera nuestras culpas, es su amor hacia nosotros, sus brazos extendidos esperan el retorno. Su grito sediento nos pide una respuesta. Su muerte, exige el don total de nuestra vida. Para todo, la Madre dolorosa esté siempre a nuestro lado.

 

Oración: Dios Padre, dirige una mirada de perdón a todos los hombres de la tierra, por cuyo amor tu Hijo no dudó morir en la cruz. Amén.

 

 

 

 4 . PARTE: MISTERIOS GLORIOSOS

Por las almas del Purgatorio

 

ORACIÓN

Siento con viva pena el dolor de las almas detenidas en el Purgatorio en expiación de sus pecados; y conociendo el poder que tienes ante tu Santísimo Hijo, recurro a ti, Madre de misericordia, para que cuanto antes sean aliviados sus sufrimientos. Para lograrlo, rezaré y meditaré en esta cuarta parte del santo Rosario, la gloria infinita de tu Hijo al triunfar sobre todos los poderes: el de la muerte por su resurrección, el del pecado por su ascensión, el de la ignorancia por la venida del Espíritu Santo, el de la carne por tu asunción a los cielos y el de la voluntad humana por tu coronación como reina de todo lo creado. Ilumina mi entendimiento, fortalece mi voluntad, y haz que mi oración sea digna, atenta y devota para que consiga del Divino Redentor la pronta liberación de las almas del Purgatorio.

¡¡NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO EN TUS MISTERIOS GLORIOSOS:

 ALCANZANOS LA GLORIA!!

 

 

PRIMER MISTERIO GLORIOSO

LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

Textos Bíblicos:

 

Mt 28, 1–7; Lc 24, 13–35;

Jn 20, 3–29; Act 8, 26–401

Cor 15, 51–57; Rm 6;

Salmo 117.

 

Antífona Litúrgica:               

¡Aleluya! Alégrate Virgen María: Cristo resucitó del sepulcro. ¡Aleluya

 

 

La tumba de Jesús quedó vacía, los soldados que la custodiaban huyeron, la derrota de Jesús en el calvario había sido aparente. Sus enemigos de ayer y de hoy se ilusionan momentánea- mente. Jesús venció y vencerá siempre la muer- te y el pecado. Su victoria será también nuestra si sabemos conservar la vida de gracia que Él nos consiguió.

 

Oración: Señor Jesús, que con tu resurrección venciste la muerte, haz que venzamos nosotros la muerte del pecado, resucitando a la vida de la gracia. Amén.

SEGUNDO MISTERIO GLORIOSO

LA ASCENSIÓN DE JESÚS AL CIELO

 

Textos Bíblicos:

 

Mc 16, 14–20; Lc 24, 44–53;

Act 1, 10–14; Col 3, 1–4.

 

Antífona Litúrgica:

Dios ascendió con júbilo y el Señor al son de trompetas. ¡Aleluya!

 

“Voy a prepararos un lugar”, el Hijo de Dios retorna al Padre, señalándonos el cielo como nuestra casa y nuestra meta, En los días grises, en la tristeza, en las renuncias, en el cumplimiento fatigoso de nuestros deberes, recordemos que estamos hechos no para la tierra, sino para el cielo, no para vivir aquí siempre: única- mente para prepararnos a la verdadera vida. La tierra es un destierro; el cielo, la patria.

 

Oración: Concédenos, Señor, la gracia de pensar con frecuencia en el cielo adonde Jesús subió; y de reunirnos con Él, después de esta vida. Amén.

 

TERCER MISTERIO GLORIOSO

LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO

 

Textos Bíblicos:

 

Act 2, 1–8; 2, 14–21;

8, 14–17; Ap 22, 10–17;

In 16, 5–15.

 

Antífona Litúrgica:        

El Espíritu del Señor llenó la faz de la tierra. ¡Aleluya!

 

El Espíritu Santo transformó a los Apóstoles, tímidos e ignorantes, en hombres de ciencia y decisión. También nosotros hemos recibido el Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación, e idéntico cambio se veri- ficará en nosotros si somos dóciles a la acción de este Huésped divino. Invoquémoslo, en unión con la Virgen.

 

Oración: Envíanos, Señor, tu Espíritu, que nos sirva de reposo en el cansancio y de consuelo en la tristeza, y avive en nuestro corazón el fuego de tu amor. Amén.

 

 

CUARTO MISTERIO GLORIOSO

LA ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIELOS

 

Textos Bíblicos:

 

Lc 1, 46–50; Ap 12, 2

Cor 5, 1–10;

1 Samuel 2, 1–10

 

Antífona Litúrgica:        

María es transportada al cielo en alma y cuerpo. Alégrense los ángeles y bendigan al Señor ¡Aleluya!.

 

En este misterio, la Virgen se muestra como nuestra guía: su ruta debe marcar nuestro camino. Igual que al escalar una difícil cumbre buscamos a alguien experto que nos guíe, para llegar a Jesucristo necesitamos seguir a María. La senda seguida por Ella nos viene trazada en los misterios del Rosario. Unámonos a la Virgen con esta dulce cadena, y habremos asegurado nuestra salvación.

 

Oración: Señor, tu Santísima Madre que mereció el tránsito sereno de esta vida terrena a la alegría del cielo, nos asista piadosa a la hora de la muerte. Amén.

 

QUINTO MISTERIO GLORIOSO

LA CORONACIÓN DE NUESTRA SEÑORA

 

Textos Bíblicos:

 

Ap 12, 1–5; 19, 4–6;

21, 1–14; Salmo 86;

Canto 2, 8–14.

 

Antífona Litúrgica:               

María es exaltada sobre los coros celestiales, en su cabeza resplandece una corona de doce estrellas ¡Aleluya!.

 

La Virgen, que en el primer misterio se había declarado “Sierva del Señor”, en el último es proclamada “Reina del Universo”. Reconozcamos la realeza de María, ofreciéndole la corona de nuestra devoción. Las místicas rosas del “Ave María”, que le hemos presentado, serán para nosotros una corona de gloria eterna en el cielo.

 

Oración: Señor Jesús, que coronaste a tú Santísima Madre como Reina y Mediadora de gracia, concede a sus hijos la seguridad de experimentar siempre el poder de su piadosa intercesión. Amén.

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4. ORACIÓN PARA TERMINAR LA HORA DE GUARDIA

 

Gracias os doy, Reina del Santo Rosario, por haberme admitido en el número de vuestros Guardias de Honor.

Perdonad las faltas cometidas en este santo ejercicio y atended benigna mis súplicas, y, uniéndolas al sacratísimo Corazón de vuestro Divino Hijo, que así serán favorablemente despachadas y obtendrán PERSEVERANCIA para los justos, MISERICORDIA para los pecadores; BUENA MUERTE para los agonizantes y MUY PRONTO ALIVIO para las afligidas almas del Purgatorio, que es lo que deseo con toda mi alma.

 

Y antes de que me despida de Vos, ¡oh Madre cariñosa!, dadme vuestra bendición para que sea fiel en serviros, constante en amaros, solícito en alejarme de las ocasiones de ofenderos y diligente en dirigir a honra vuestra y a gloria de vuestro Divino Hijo todos mis pasos, hasta tener la dicha de volver a ‘obsequiaros, haciendo de nuevo la Hora de Guardia, y si aquí en la tierra no me es concedido, que sea en el cielo entre los coros de los ángeles, donde espero gozar de vuestra presencia y de las ternuras de vuestro inmaculado corazón por los siglos de los siglos.  Amén.

 

 

 

5. CONSAGRACIÓN DE LA HORA DE GUARDIA

 

Permitidme, ¡Oh Virgen inmaculada, Reina del Santo Rosario!, tomaros hoy por Madre, Patrona, Asilo y Refugio celestial: quiero liaros mi corazón, mi alma, mi cuerpo y todo mí ser y después de Dios, amaros sobre todas las cosas. ¡Feliz mil veces el que os consagre su amor!

¿Quién podrá negaros su corazón? Yo os doy el mío, pues sois bella sobre todas las bellezas, enriquecida de todas las gracias y colmada de todas las perfecciones. Os lo doy, ¡oh, María!, pues el reconocimiento y la gratitud me imponen este sagrado deber.

 

En vos encuentra el género humano alegría, paz, reparación, salud, consuelo y esperanza. Ve en vos a la Salvadora de los desterrados, a la Madre de los que se hallan sumergidos en tinieblas, y el puerto seguro de los que fluctúan en medio de la tempestad. Yo, especialmente, ¡Oh Madre de misericordia!, he contraído para con Vos, una deuda de amor, que todo el ardor de los serafines sería incapaz de apagar. Habéis tenido siempre abierto para mí vuestro corazón; me habéis apartado de los bordes del abismo; me habéis defendido constantemente contra los reiterados ataques del infierno; habéis sido mi fortaleza, mi valor, mi guía, mi sostén y mi estrella en medio de este mundo. ¿No es, pues, justo, amable Reina del Santo Rosario, que os amemos, bendigamos y seamos vuestros caballeros y fieles guardias de honor para glorificaros sin cesar?

 

 

 

 

Por eso quiero desde hoy consagrarme todo a vuestro servicio. Propongo desde este momento guardaros una fidelidad inviolable y morir mil veces antes que hacer traición a la fe de mi propósito. ¡Oh, Reina del Santo Rosario!, tomad hoy posesión de todo mi ser, y mandad como soberana. Desterrad de mi cuerpo y de mi alma cuanto os desagrade, santi- ficad mi corazón, contened sus inclinaciones perversas, y purificad todas sus intenciones. Quiero seguir vuestras huellas inmaculadas, vivir bajo vuestra mi- rada maternal y no ocuparme más que en agradaros. Vuestros deseos serán los míos, vuestros gozos mis gozos y vuestros dolores, mis dolores, pues sois toda mía y yo todo vuestro por toda la eternidad.

 

¡Oh, Madre amabilísima!, permitidme que en este momento os pida con especialidad tres cosas:

 

1a Un corazón puro para amaros y amar a Jesús.

2a Un día de los que están consagrados a Vos para morir en vuestros brazos, pronunciando dulces palabras de amor.

3a La gracia de formar parte del coro privilegiado que en el cielo, y a los pies de vuestro trono, está siempre cantando vuestras alabanzas.

 

Conozco que soy indigno de semejantes favores; pero vos sois incomparablemente rica y poderosa y los pecadores convertidos por Vos forman vuestra más bella corona en el cielo. Salvarme será un nuevo diamante aumentado a vuestra diadema real.

 

Protegedme, pues, durante mi vida, asistidme en la hora de mi muerte, recoged mi alma en el último suspiro e introducidme en los tabernáculos eternos, donde os amaré y alabaré siempre en unión de los ángeles y santos. Así sea.

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